Homenaje Al Profesor. Dr. Pedro Amat Muñoz, Director Del Colegio Mayor San Bartolomé

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libro Homenaje Al Profesor. Dr. Pedro Amat Muñoz, Director Del Colegio Mayor San Bartolomé

En 1796, 242 años después de la construcción del primer anfiteatro anatómico de la Universidad de Salamanca, se construyó un segundo teatro anatómico, comprando un terreno que pertenecía al Hospital General de la Santísima Trinidad, ubicado en lo que hoy es colegio de las Siervas de San José. El anfiteatro estaba próximo a la iglesia de San Román y contaba con una preciosa ventana barroca (que aún hoy día puede contemplarse), poseía un museo anatómico y algunas aulas (muy pocas) que servían para Facultad de Medicina. En la puerta de entrada de dicho anfiteatro se dice que había una lápida de pizarra en la que estaba escrito el dístico siguiente: «AD CAEDES HOMINUM PRISCA ANPHITEATRA PATEBANT NOSTRA UT LONGUM VIVERE DISCANT», cuya traducción, aproximada, viene a decir: Los antiguos anfiteatros estaban abiertos para las matanzas de los hombres, los nuestros para que aprendan a vivir una larga vida. El Hospital General de la Santísima Trinidad funcionó como tal hasta que se trasladó en 1904 a su ubicación actual. Un poco antes la Facultad de Medicina (junto a la de Ciencias) cambió también de localización, al habilitarse la Hospedería del Colegio Mayor Arzobispo Fonseca para tal fin, sin que existiese anfiteatro anatómico, aunque un poco más tarde se construiría como añadido a la Facultad de Medicina. Fue en 1916 cuando el edificio del antiguo Hospital General de la Santísima Trinidad fue vendido a las Siervas de San José, siendo un poco más tarde (1918) cuando el Rector de la Universidad, D. Salvador Cuesta, le cedió el anfiteatro (y además, el obispado, la iglesia de San Román), perdiéndose prácticamente lo que quedaba del anfiteatro (gradas y techo), utilizándose como gimnasio para los niños por parte de las monjas. Casto Prieto Carrasco, catedrático de Anatomía en la década de 1930, expone que «para que no se olvide del todo, ni el dístico, que por sí merece honores de publicidad perpetua, ni la razón ni época…


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