El ser humano en estado religioso es irracional, aunque condición inherente que repercute en sus demás convencimientos. Cree en deidades que de fondo no se diferencian de anteriores paganismos, siendo el actual, con el dios de cultivo judío como emblema, más atroz que aquellos, demostrado mediante genocidios, tiranía, devastaciones, engaño, homicidios, filicidio, misoginia y demás. El grado de religiosidad es proporcional al de ignorancia. La cuestión de fe pacta la renuncia de lo juicioso y la desidia por los discernimientos reales. La religión debilita a la persona ya que ésta entrega su mente a lo ilusorio, conformándose con el pordioserismo social que obedece y demanda lo impuesto por sus dueños que lo estimulan a temer y embotarse, donde solo su hábitat accidental fue quien estipuló el credo que ostenta. El religioso, al solo escoger por lo ya delimitado en base a su falta de autoestima y el temor aparejado, se priva de una educación objetiva, siendo su mediocre costumbrismo, el persistente abolicionista de su libertad. Omite su verdadero génesis, naturaleza y final, por lo que persistir en la creencia no lo diferencia de sus ancestros. El individuo crea dioses por su orfandad mental, donde aferrándose a sus protectores imaginarios, denota no haber dejado de ser politeísta. Somete a sus hijos a un infanticidio cerebral donde no los pretenden cultivados sino domesticados en los demarcados pastoreos. No falta mucho para que se declare a éste último dios creado y su religión, como lo que realmente son: mitologías. Para la psiquiatría, el religioso cumple con los requisitos sintomatológicos de enfermedad, substancialmente los alineados al delirio, deformando su cognición y desquiciando sus emociones. El realismo existente imperará por el sólido incremento de los conocimientos que marcarán un antes y un después de la razón.Un ser proclive al perfeccionamiento de su mente no es irrumpido por la religión ya que ésta propina las…
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